martes, 18 de septiembre de 2012

DANIEL MOYANO (1930-1992) EL OLVIDO, EL PEOR DE LOS EXILIOS


La esencia por la cual fue creado este blog encaja perfectamente con la vida de este gran escritor, músico y periodista. Alguien dijo de él que fue el menos conocido de los grandes escritores argentinos y latinoamericanos. Y es cierto, basta con asomarse a su obra para percibir que se está en presencia de una producción literaria de particular trascendencia. Recuerdo la conmoción que me provocó leer su novela "Una Luz muy Lejana", o esos cuentos  impresionantes, casi perfectos, como "El Perro y el Tiempo" o "Mi Tío sonreía en Navidad" que me marcaron para siempre.
Se puede leer a cualquier escritor, pero la reelectura de una obra, está reservada sólo para los grandes, y Moyano fue un grande al que nunca se lo reconoció como tal y que en muchos ocasiones terminó en la indiferencia de quienes deciden que se lee y que no.
El Exilio fue una constante en su vida. El primero de ellos se produjo cuando apenas tenía 4 años, cuando su familia se mudó a las sierras cordobesas. De esa época le quedó grabada para siempre las aventuras con un pibito de nombre Ernesto Guevara, con el cual entraban a robar frutas de un huerto de propiedad de un español llamado Manuel de Falla.
El segundo destierro lo depositó en La Rioja, lugar en el que iniciaría su carrera de periodista, músico y violinista de una orquesta provincial.




Los personajes que deambulan en su obra son seres marcados por el desarraigo, la marginación y el abandono, chicos huérfanos, adolescentes olvidados, obreros y campesinos explotados, gente que tuvo que huir de su tierra en búsqueda de una vida mejor, pero la ciudad siempre les resultó esquiva, algo extraño e incomprensible. Entonces la miseria era algo de lo cual costaba desprenderse, el sueño de ser otro, pronto no sería más que eso: un sueño.
En 1976, un día después del golpe de estado, Moyano fue detenido por los grupos de tareas del genocida Videla. Cuando lo liberaron (estuvo una semana desaparecido), marchó para españa, país del que ya nunca regresaría y en donde finalmente moriría en 1992.
Había empezado su tercer exilio, político esta vez. A partir de esta época el tema del desarraigo se hace más fuerte en la obra de Moyano. Un extranjero. Las palabras han dejado de tener un sentido, se las tiene que arreglar para encontrar otras que puedan tener una significación en ese otro español. La estética y los usos linguisticos son un tema a resolver. Escribir es ahora también traducir, escribe en castellano y valga la paradoja, traduce tambien en castellano. Tal vez esto lo hacía sentir a Moyano, como dijo una vez,  un sudaca en el mundo literario español. Las editoriales, como ahora, no andaban detrás de una obra literaria, sino de campañas de marketing y de buenos dividendos.
Confirmando eso que piensan muchos grandes escritores que no hay más de tres o cuatro temas que merezcan la pena escribirse, Moyano, decía: "Siempre voy contando la misma historia bajo la forma de distintas obras.
De sus tíos, al parecer muchos y de variadas personalidades, Moyano ha construído un mundo literario en si mismo, en donde, más allá de los lazos familiares, nunca dejó afuera el tema central de su obra, lo social, sostenido siempre por el denominador común de la marginación y la injusticia. Del cuento magistral que se muestra más abajo y que se llama "Mi tío sonreía para navidad,  dijo que lo escribio para darle un sentido a la existencia de su tío Antonio.      
Sobre la dura dura experiencia que le tocó vivir- el exilio en España, ha expresado:
"Nuestra identidad es la de exiliado permanente. Julio Mafud, en El desarraigo argentino, sostenía que eran desarraigados los españoles que emigraban y desarraigados los indios que desposeían, y desarraigados los inmigrantes del siglo XIX que vinieron a desposeer. Eduardo Mallea por ahí dice que la Argentina es como una gran ramera con la que todos se acuestan, pero que nadie la asume. Mi abuelo materno hablaba de volver a Italia, y de un barco mitológico que lo llevaría. No volvió, como no vamos a volver ninguno de nosotros. Yo me invento que mi abuelo se fue para allá con un acordeón, pensando que iba a volver. Volví yo, él soy yo, y volví con un violín. Cambiamos de instrumento, nada más. Mario Benedetti ha inventado una palabra muy buena, desexilio, pero no creo que sea posible el desexilio".

"Lo he superado: no tengo nostalgia, ni me quejo. Empecé a ver a Madrid como una ciudad real. No la veía como real, sino como ciudad ‘impuesta’. Ahora, que sé que el exilio es irreversible, me siento cómodo. Es saludable y debe ser un mecanismo de defensa. Quiero asumir el exilio sin temor, y sin esperanza."

"Los primeros siete años de exilio no pude escribir nada. Había perdido toda capacidad expresiva. Lo que intentaba escribir era visceral, patológico, mezclado con pesadillas... que terminaban en un cuartel, no podía escribir porque todo lo que escribía estaba prendido a esta desesperación. Hasta que intenté la re-escritura de El vuelo del tigre, que yo había escrito en La Rioja. Cuando me detuvieron, Irma enterró el original en la huerta, porque si los militares leían además de saquear no me soltaban más. Un cura amigo le dijo a Irma: Hagan desaparecer ese manuscrito. No había copia. Hice una reconstrucción del manuscrito. Cuando volví a La Rioja, los que vivían en la casa habían volteado la higuera, pusieron césped, una pileta de natación... Andá a saber qué pasó con el original."




La vida de Moyano estuvo atravesada por hechos extraordinarios como cuando en 1959 rapta a su novia, menor de edad en ese entonces, y más tarde se casa secretamente con ella.
En 1967 gana el primer premio del concurso internacional de novela Primera Plana -Sudamericana, cuyo jurado lo integraba nada menos ni nada más que Leopolodo Marechal, Roa Bastos y Gabriel García Márquez.
En 1989 recibe el prestigioso premio Juan Rulfo por su formidable cuento: "Relato del Falcón verde y la flauta maravillosa".

En sus últimos años se lo veía triste, se sentía poco reconocido como escritor. En 1992 muere y con ello, comenzará el último, quizá, el más terrible de todos Exilios: EL OLVIDO. No hace mucho, en la colección de Abelardo Castillo, "Los Recobrados" se publica el monumental libro de cuentos "Desde los parques" (es probable que algún ejemplar pueda encontrarse aún en las librerías del país), demostrando que el olvido, a pesar de su poder devastador, no es invencible. En este sentido, esta nota en un pequeña contribución para no olvidar al gran escritor que fue Daniel Moyano.

UN CUENTO
Mi tío sonreía en navidad

Qué pasa, decía siempre mi tío ante alguna situación que podía alterar el transcurrir de aquellos días idénticos, y la respuesta, de mi tía o de alguno de nosotros, era una serie de palabras fluctuantes que no aclaraban nada y más bien parecían prolongar el hecho. Entonces él replicaba con un gesto de su cara, generalmente oblicuo, como si con eso aceptase la irrupción de un nuevo suceso en su vida resignada de antemano.
Las cosas que pasaban, relacionadas a veces con sus muchos hijos, rozaban siempre la integridad física, procuraban alterar la vida, caían de las nubes, reptaban en los zanjones, bordeaban la muerte en sus variadas correspondencias. Y como las cosas nunca llegaban a ese extremo, él podía decir qué pasa, no como pregunta, sino como resignación.
Siempre que despertaba de su breve siesta para volver a la fábrica de cemento tenía que decir qué pasa. Cuando se adormilaba, después de comer, posando su figura inclinada sobre una mesa punitoria, los niños se iban hacia la siesta de los baldíos próximos, donde existían las caídas y las mutilaciones. De noche, en cambio, cuando ellos dormían desparramados en la única cama, eran los propios territorios de los baldíos los que acudían por sí mismos a los cuerpos de los niños, en la súbita fiebre, en el paso acelerado de los más grandes procurando auxilio en la noche para buscar ayuda ante hechos que arrancaban un nuevo qué pasa a mi tío, de esos que nunca tuvieron respuesta o explicación. Porque nosotros nunca entendimos ni supimos nada por aquellos años: para qué estaba la fábrica, por qué había peleas al repartir la comida, por qué mi tía lloraba encerrada en su pieza.
El fue siempre grande y viejo. Tomaba mate acostado, en la mañana oscura y en la siesta, antes de que sonara la sirena de la fábrica. Sostenía el mate penosamente; sus dedos, gordos de cemento y muy cuarteados, no le permitían formar la curva necesaria para asirlo normalmente. Lo sostenía como se podría sostener una lastimadura, si ello es posible. Después se iba a hombrear bolsas en los patios hectáreas de la fábrica sin decir hasta luego ni hola al regresar, siempre con esa mirada oblicua cuando trataba de entender las cosas y ese paso inclinado cuando regresaba, siempre con la única expresión verbal monótona que lo salvaba del silencio.
Sin embargo, hubo una variante, al menos en el tono de su voz, que una vez observó mi tía. Fue cuando los doctores y las enfermeras le salvaron uno de los hijos agitando guardapolvos y algodones blancos, jeringas transparentes, pares de botellitas y automóviles que partían apurados. El no pudo ir al hospital porque la sirena estaba por sonar, y esa tarde, cuando volvimos, nos preguntó qué pasa de una manera distinta que no entendimos porque estábamos apurados, pero mi tía dijo más tarde: ¿Vieron que el tío está cada día más ronco?
Ella parecía amarlo, aunque nunca mereciese una respuesta de él cuando le preguntaba algo. Lo acompañaba todas las mañanas hasta la puerta, y allí lo esperaba cuando regresaba. Entonces él solía mirarla rápidamente mientras ubicaba su cuerpo en el espacio de la puerta que ella dejaba libre para que entrara. Entendí eso de la ronquera años después, cuando aumentó. Era el polvo del cemento que tragaba en la fábrica, que le iba deformando la voz, y así parecía que decía las palabras con una garganta al aire libre, como tomaba el mate con las manos suicidantes.
El cuerpo se le fue yendo poco a poco en la fábrica, aunque no las partes fundamentales. Finalmente la fábrica nos lo devolvió y él quedó caminando todavía, aunque muy vulnerado. Caminaba inclinado en círculos interminables, en el fondo de la casa, como si estuviese postrado. Y como entonces las cosas se pusieron más ariscas para nosotros, él tuvo que repetir muchas veces su expresión única indagatoria ante el ruido estéril de las tapas de las ollas mecidas por el viento, la cesación del azúcar, la periodicidad de la leche, antes cotidiana; también ante los en-cierros repentinos de mi tía en su pieza, donde algún bicho dañino le picaba los ojos hasta abultárselos y crisparle las manos, que se tomaban entre sí como queriendo decir algo. Hubo nuevos revuelos de ropa tan blanca, automóviles furtivos y noches de mirarse las caras levantados. Pero todo anduvo bien porque los años evidentemente pasaron, y con ellos la imprescindibilidad de la leche y aun de mi propio tío, que tuvo que entregar finalmente los órganos que le había dejado la fábrica.
Mi tía de noche teje para afuera, porque algunos de los chicos no crecieron todavía lo suficiente. En esta ciudad, donde nunca hay viento, cualquier ruido nocturno la altera. Las pocas veces que sopla una brisa refrescante ella alza los ojos, me mira y pregunta: ¿qué pasa?
No respondo. Ella entonces vuelve a contarme, como si yo no lo supiera, cómo era el tío. Era bueno, dice; y una vez sonrió, lo puedo asegurar. Era un día de fiesta. Creo que Navidad. Ustedes dormían en el patio y nosotros estábamos despiertos todavía, tomando clericó. El se puso a contarlos uno por uno, señalándolos con un dedo, y dijo que después de todo estaban casi criados, que después de todo estaban todos vivos. Yo le ví la cara. Fue una sonrisa muy corta, pero una verdadera sonrisa. Y qué hermoso, Dios mío, parecía tu tío aquella noche

   
SU OBRA
Artistas de variedades". Cuentos. Daniel Moyano, Editorial Assandri, Córdoba, 1960.
"El rescate". Cuentos. Daniel Moyano, Burnichón Editor, Buenos Aires, 1963.
"La lombriz". Cuentos. Daniel Moyano, Nueve 64 Editora, Buenos Aires, 1964.
"Una luz muy lejana". Novela. Daniel Moyano, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1966.
"El fuego interrumpido". Cuentos. Daniel Moyano, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967.
"El monstruo y otros cuentos". Cuentos. Daniel Moyano, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1967.
"El oscuro". Novela. Daniel Moyano, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1968.
"Mi música es para esta gente". Relatos. Daniel Moyano, Monte Ávila Editores, Caracas, 1970.
"El estuche del cocodrilo". Cuentos. Daniel Moyano, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1974.
"El trino del diablo". Novela. Daniel Moyano, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1974.
"El vuelo del tigre". Novela. Daniel Moyano, Editorial Legasa, Madrid, 1981.
"La espera y otros cuentos". Cuentos. Daniel Moyano, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982.
"Libro de navíos y borrascas". Novela. Daniel Moyano, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1983.
"Tres golpes de timbal". Novela. Daniel Moyano, Editorial Alfaguara, Madrid, 1989.
"Un silencio de corchea". Relatos. Daniel Moyano, Ediciones KRK, Madrid, 1999.
"Dónde estás con tus ojos celestes". Novela. Daniel Moyano, editorial Gárgola, Buenos Aires, 2005.